lunes, 12 de julio de 2010

El fuego entre mis dedos, aspirarlo un par de veces, e instantáneamente, se me sube a la cabeza una pequeña cantidad de tranquilidad.
El tabaco se consume entre mis dedos. El humo flota como desearía hacerlo yo. Lo envidio.
Mis labios lo besan lentamente, disfrutando la sensación. Desería besarte a ti.
El techo no se me hacía tan tentador hacía dos minutos, y ahora tengo la cabeza llena de un aire bailarín y pensamientos que no sé cuándo empecé a razonar.
El cuerpo se me relaja. Cada extremidad, cada articulación afloja apenas, para poder poner atención a lo único qué no controlo, mi respiración, el látido de mi corazón. Lo controla mi cerebro. Lo controlás vos.
La tercera y cuarta son las más sabrosas. Hasta la quinta, depende qué tan rápido esté besando esta droga. Las últimas comienzan a ser fastidiosas. No quiero que se acabe.
Escribo "nicotina", y pienso "placer". Escucho una de mis bandas favoritas. Palabras e instrumentos, creando un ambiente lleno de sentimientoy significados (quizás nulos).
De repente, cierro los párpados, y me encuentro en lo que mi mente me dibuja, en lo que quiero imaginar, sentir, saborear, oler, ver.
Sexo, drogas y rock & roll.
Qué vida sería.

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